Luisa 
          Valenzuela
        De Aca Para Alla
         
        
        Itinerario 
          Felino
                            Y 
          naurague en el lago Titicaca - Nicanor Para
             Perdonándolo 
          todo saldré a poblar el mundo con gatos de la muerte. Buena falta 
          le hacen a Roma, por ejemplo, o a Chucuito: allí la gente no 
          se muere perdura eternamente como moscas se transforma. En Chucuito 
          vi a una vieja convertirse en piedra, a una piedra en vieja, a una vieja 
          en piedra, y así como en cadena hasta que todas las ruinas fueron 
          seres humanos y los seres humanos, ruinas. Como siempre sucede. Pero 
          yo seré benévola y a costa de enormes sacrificios llevaré 
          los gatos a Chucuito para que coman los peces del lago, que está 
          muerto, y cumplan su designio.
               Me pregunto si a los gatos les afectará 
          la altura. Gatos enloquecidos como pájaros que se dan a volar 
          por la falta de oxígeno y pierden las nociones de la noche y 
          confunden el lago con un cacho de bofe. El Titicaca no es para cualquiera: 
          allí las almas resucitan, muy bien puede estropearme a los gatos 
          de la muerte.
               A Buenos Aires eso sí que no los 
          llevo, se van a pelear con los gatos de mi madre. Cazarán los 
          gorriones legados por Sarmiento, harán que se promulguen las 
          leyes de divorcio.
          No les tengo miedo a los dramas ajenos ni a los vientos de fronda. Pero 
          al pobre paisito no quiero que lo toquen y se alcen catástrofes. 
          Un solo gato bastaría para la insigne tarea de detener el aire. 
          Las cosas que allí ocurren no se ven por las calles son secretos 
          hilados de silencio con la urdimbre invisible y trama de misterio. Nada 
          se ve en la esquina de Suipacha y Corrientes aunque todo suceda y la 
          Argentina arda. Una ciudad de espaldas, creciendo cuidadosa, en un país 
          que empieza a desarmarse para encontrar su forma. No ha llegado el momento 
          de llevar a mis gatos con sus ojos tenaces. El peligro de estos bichos 
          no es la muerte, como indica su nombre, sino algo más sutil y 
          más dañino: la clarividencia.
               Algunos están, otros ya se han 
          ido, pocos son los que saben de hilos subterráneos que se mueven 
          armándonos la vida. Debajo de la tierra corren los ríos 
          de lava un poco sofocados hasta encontrar la brecha, ese mínimo 
          cráter, y la erupción empieza, con el fuego y las piedras, 
          y es poco duradera. Pero el sedimento queda, el río sigue corriendo, 
          y no creo que convenga abrir ya las compuertas para el loco desbande 
          con gatos de la muerte. Conozco el secreto de volcanes dormidos: necesitan 
          su tiempo, calor y algunas lágrimas. También sé 
          de lo otro: la fertilidad esplendente después del cataclismo, 
          el poder primordial de la ceniza.
               Hay que dejarlos solos que descubran sus 
          ojos y todos sus derechos. Imagínense que si llego con los gatos 
          van a techar Buenos Aires. De las bocas de tormenta surgirá la 
          más atronadora de las músicas y se verán las proyecciones 
          luminosas del hambre y la miseria, de protoplasmas vivos y mujeres pariendo. 
          Imagínenme ustedes llegando con mis gatos, el asombro del pueblo 
          si todo oscureciera y se encendiesen las luces de colores. No quiero 
          ver imágenes sobre el Banco de Londres o en las blancas paredes 
          del Cabildo. Y eso que serían proyecciones bellísimas, 
          escenas de la zafra en Tucumán y Salta, incendios en Mendoza. 
          Todo lo que está por ser, lo que está siendo, lo que desean 
          algunos y los que contraatacan, visible en las paredes. Los gatos son 
          así, desencadenan furias, delatan los propósitos y ya 
          nada se puede conseguir callando. Es decir que una música nos 
          ensordecería a todos, y muchos reflectores lastimarían 
          la vista cambiando de color o con juego intermitente. Luces estroboscópicas 
          para vos Buenos Aires sin un compás de tango, acciones bien foráneas. 
          Y fieles transeúntes perderían el sentido de distancia 
          y por fin habría el tan ansiado acercamiento entre los hombres. 
          O entre las mujeres. O entre hombres y mujeres descolgando los sagrados 
          estandartes de las buenas costumbres.
               Buenos Aires no merece tamaño enfrentamiento 
          psicodélico. Nada ha hecho para merecerlo: ni como recompensa 
          ni como algún castigo.
               Por eso los gatos de la muerte tomarán 
          el jet hacia Chucuito, cruzarán el lago hasta su reino de muerte 
          en Tihuanaco. Y después se olvidarán de América 
          en busca de otros rumbos no menos fascinantes ni más desconocidos. 
          Y yo siempre detrás con un paraguas, con un largo tapado y los 
          látigos rojos a los que no obedecen.
         * * *
             Mas no es fácil 
          viajar, ya lo sabemos. Trasladarse significa descubrir la verdad detrás 
          de los paisajes, romper laboratorios para ver qué hay adentro. 
        
         * * *
             Atención, 
          atención, gritó en el parque. El porcentaje de DDT en 
          la leche de madre va en aumento. Y yo me alegro de haber llegado a esta 
          comarca con noticias para mi regocijo. De hoy en adelante que no mamen 
          los gatos; como únicas mamantes las nombraré a las pulgas 
          pues se debe acabar con los seres serófagos, los sanguífagos, 
          pocos e innombrables que del suero vital aprenden a nutrirse en lugar 
          de morir.
               La sangre sólo sirve para andar 
          muy sueltita por el mundo, torrenteando y corriendo liberada de venas 
          y de arterias.
               Me gusta a borbotones, la quiero como 
          amiga cuando resulta inútil. Incoagulable, sí, evitando 
          las costras: las grandes aisladoras.
               Aislantes necesito pero en otro sentido: 
          una capa epidérmica así el viento no irrita mis nervios 
          descarnados-a flor de la flor que soy, concupiscente pero muy altanera-. 
          No como otros que andan por ahí chirriando desollados.
         * * *
        APOLOGIA DE LA VERDADERA HUIDA
             De noche oigo tambores, 
          me ensordecen los ruidos de la calle. Un redoble firme me llama a degüello. 
          Es bueno sentirse así acompañada, acunada por los dulces 
          tambores de la horca.
          Voy a hacer una apuesta contra el otro sector de mi persona. La parte 
          cotidiana de mí misma que teme al sufrimiento y a la muerte. 
          La parte que se asombra, quizá la que más vive por cobarde. 
          Debe ser que los tambores ya vienen a buscarme, debe ser que alguna 
          vez les hice falta, que en algún rincón de casa, en cualquier 
          lugar del mundo, el cadalso me espera y ya está armado.
          No hay que ser fatalista. Si de noche oigo tambores más vale 
          largarme por las calles y hacer como quien busca, disparando.
               Huir no siempre es cobardía, a 
          veces se requiere un gran coraje para apoyar un pie después del 
          otro e ir hacia adelante. Nadie huye de espaldas como debiera huirse, 
          por lo tanto nadie sabe qué es las retirada, el innoble placer 
          del retroceso: disparar hacia atrás en el tiempo para no tener 
          que enfrentar lo que se ignora.
               Nadie huye de verdad, no es cuestión 
          de salvarse la vida para seguir muriendo.
          Yo puedo atestiguarlo, vayan ustedes formando no más los tribunales.
          Me he pintado la cara para hacer más efecto, mi piel está 
          ya blanca como tiza. Pero han de apurarse: no se olviden que corro contra 
          el tiempo, mi carrera es de espaldas. En algún lado me espera 
          mi cadalso, redoblan los tambores.
         * * * 
        1970-Ciudad Iowa, Nueva York, 
          Mex. D.F., Buenos Aires-1971
          1998-Auckland-1999