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Why?
      Some could say it was the result of his idealism.
 Others, that he had been alone for too long.
 Others would point at him and blame him for everything.
 "You’re like that because you want to be..."

* * *

The bullet whistled.
      It made the same noise as the snakes in the movies (he had never seen them in real life). It whistled like a bird and opened an eye in the morning air as it moved toward him. It was tiny, like a hummingbird.
      "After all those years," the people would intone, "after all that time—"
      The strange thing was that he had decided to do it at this particular moment, in broad daylight, looking out at the countryside and after sleeping. His body completely relaxed. Ana wouldn’t understand it.
      His son was nine years old. He would have liked to make him a rocket to go to the Moon, but he lacked the skill. His ingenuity was only good for writing sad, silly things, his thoughts lying somewhere between life and death.
      And sometimes he did feel the desire to change, but it was so difficult— He would have to start from scratch. And the skull would always be there, lurking behind the face.
      Right now, in their beds, they would be thinking that he was going about his usual business, sitting at the desk in his office chewing his pencil, eating up the minutes, his eyes searching the walls for African landscapes. Or wondering why rhinoceroses don’t have three horns. What an idiot! No, Ana didn’t say that. Ana would never say a thing like that.
      The bullet wasn’t whistling, but humming. It passed by a small cloud of
      Alguien diría que era consecuencia de una formación idealista.
      Otros, que había estado solo mucho tiempo.
      Otra lo señalaría con el dedo y le echaría en cara toda la culpa.
      —Eso eres porque quieres...

***

La bala silbó.
      Hizo el mismo ruido que hacen las serpientes en el cine (porque él no las habiacute;a visto nunca). Silbó como un pájaro y abrió un ojo en el aire de la mañana para acercársele. Era pequeñita, como un zunzún.
      —Después de tantos años—diría el canto de la gente—, después de tanto tiempo—
      Lo nuevo era que hubiese decidido hacerlo a esta hora, a pleno sol, frente al campo y después de dormir. Con el cuerpo sosegado. Ana no lo comprendería.
      Su hijo tenía nueve años. Hubiese querido hacerle un cohcte para ir a la Luna, pero le faltaba habilidad. Todo su ingenio servía solamente para escribir cosas tristes, zonzas, con un pensamiento entre la vida y la muerte.
      Y no le faltaba a veces el deseo de cambiar, pero era tan difícil— Habría que empezar de nuevo. El, al menos, siempre vería detrás del rostro, la calavera.
      A estas horas en su casa pensarían que andaba en su rutina, comieacute;ndose los minutos con el lápiz en la boca en el buró de la oficina, con los ojos buscando paisajes de África en las paredes. O preguntándose por qué los rinocerontes no tenían tres cuernos. ¡Qué idiota! No, eso no lo dijo Ana. Ana no hubiese dicho eso nunca.
      Lo de la bala no era un silbido, sino un zumbido. Pasó cerca de una nubecilla de polvo y luego casi roza una mosca. La mosca se fue muy asustada, pero al poco rato había tres o cuatro que iban y venían alrededor de la bala y muchas
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